sábado, 6 de noviembre de 2010

Dos Plazas, dos momentos, ¿sólo dos años?

Recuerdo aquel fatídico día de 2008, cuando escuché unos tenues chillidos de metal diseminados y algunas bocinas que parecían acompañarlos. Recuerdo mi desconcierto. Venía caminando devuelta del trabajo y le pregunté a un compañero: “¿a estos qué les pasa? No me digas que salen a apoyar las ganancias del campo”. Por esos -ya míticos- días de desconcierto en 2008, me encontré con la única certeza que me acompaña desde entonces: hay que hacer algo. Fue cuando caía de cajón la respuesta ante la pregunta de Matías Martin ¿De qué lado estás? Esa noche, cuando las cacerolas de teflón inundaron las esquinas de Recoleta y Caballito, pero también se asomaron a la de Medrano y Corrientes, cerca de mi casa, quise ir a la plaza. Mandé algunos mensajes, y fuimos, me encontré con amigos allá que no tenían militancia orgánica, igual que yo, pero esa plaza me desalentó. Sin ánimo de ofender a otros compañeros que fueron a poner el cuerpo, no encontré un pueblo sino algunos grupos, con sus banderas, me pareció increible que tan poca gente se haya movilizado. El chaparrón que vino después no hizo más que empeorar las cosas y volvimos a nuestras casas.
Desde entonces, el cielo fue aclarando. El gobierno, en vez de dar el brazo a torcer y bajar las banderas ante la presión de la oligarquía y la ferocidad de los medios, redobló la apuesta: Ley de Medios, Asignación Universal por hijo, Matrimonio igualitario y otras tantas epopeyas y alegrías que no imaginabamos. Fueron otras plazas, mil postales mucho más alegres. Así nos fue aglutinando, no fuimos nosotros, sino este gobierno con sus señales el que fue marcando el camino.
La noche del 27 de octubre pasado volví a ir a la plaza . Otra vez, no quedaban dudas de que había que estar. Ahora no nos defendíamos de un ataque, tampoco íbamos a festejar un triunfo. Esta vez íbamos a rendir homenaje al que nos condujo por ese camino, al que nos mostró que el horizonte estaba más allá de donde podíamos verlo. Al que llevó la imaginación al poder. Ibamos a despedirlo. De nuevo la angustia, la tristeza, la impotencia. Pero esa plaza había cambiado, nos habíamos encontrado finalmente. Sin miedo a decir lo que pensábamos, miles nos acercamos espontáneamente a Plaza de Mayo. Algunas voces necias podrán negar lo evidente, las imágenes hablaban por sí mismas. Entonces el corazón enternecido, se reconfortó un poco, con esa postal de la plaza reencontrada.
Supimos que éramos muchos, y los que casi festejan, también lo supieron. La sonrisa se les desdibujó, cuando vieron esa gran manifestación, ese acto político que nació desde el sentimiento. Ahora, este proyecto necesita de todos y en cada uno debe estar el compromiso de bancarlo y hacerlo nuestro. Hay que afilar la imaginación, proponer iniciativas, marcar agenda, porque de eso depende que este proyecto este vivo. Avanzar, es la única forma de no retroceder y de seguir sumando.