viernes, 11 de marzo de 2011

Los sueños del andén y el sindicalismo que nos dejó en la vía

Los sueños del andén



Escucho el ronronear de tus pies de lata

Necesito dormirme con su temblor

El recuerdo del barullo de la estación

compensa el silencio del paredón

Se escucha una cumbia,

se escucha un rock and roll

Venden choripanes, discos

verdura, queso, pan y circo

Cuelgan de tus chapas calientes

esperanzas irredentas

buscando el mango de ayer

se aprietan en tus vagones

racimos de vidas que ata el azar

tropiezan en tus durmientes

los sueños del andén.






El sindicalismo que nos dejó…

en la vía


Corrían los años 60, época en que algunos jóvenes de clase obrera pudieron acceder por primera vez a la universidad. Por eso, no resulta tan extraño que el hijo de un peón ferroviario iniciara la carrera de Derecho. Podemos imaginarlo por los pasillos de la antigua facultad hablando de marxismo. Incluso era previsible que, siendo ferroviario él también, se sumara al sindicato y junto a la CGT de los Argentinos, motorizara en 1979 el primer paro contra la Dictadura Militar. Lo que sí resulta extraño es que se trate de José Luis Pedraza, la misma persona que hace unos días, 32 años después, dejó la lujosa torre de Puerto Madero donde vivía para probar las frías sombras de la cárcel, tras ser acusado como instigador del crimen de Mariano Ferreyra, un militante que tuvo la intrepidez de interponerse en las vías y así cuestionar los negocios de este sindicalista devenido en empresario.


Se trata del capítulo más reciente de la dramática historia que dejó como saldo más de 20 mil km de vías muertas, 85 mil trabajadores ferroviarios sin trabajo, cientos de pueblos fantasmas, nuevos puestos laborales precarizados, un pésimo servicio, un aire más contaminado gracias al predominio del modo automotor de transporte y lo que es más grave, el asesinato de un pibe de 23 años.

¿Qué pasó entre una escena y la otra, además de los años? La aplicación del paradigma neoliberal de los 90, la precarización laboral y las privatizaciones que entregaron a manos privadas áreas estratégicas de servicios sociales, entre ellos el transporte ferroviario. El sindicalismo cómplice del desguace de los 90 tuvo la corrupción como una de sus premisas. La Jueza Wilma Lopez acaba de procesar al titular de la Unión Ferroviaria en la causa que investiga el asesinato de Mariano Ferreyra. El fiscal Fernando Fiszer presentó serios indicios de que el sindicalista se quedaba con una diferencia entre el sueldo que el trabajador tercerizado debía cobrar como trabajador ferroviario y el que realmente llegaba a su bolsillo por estar fuera de convenio. Como si esto fuera poco, está acusado de organizar una banda de matones para reprimir a los trabajadores que debería representar, con el fin de cuidar sus negocios y su hegemonía dentro del sindicato. Esta acción de represión extra gubernamental, pero con aparente complicidad policial, fue la que culminó en el asesinato del estudiante y militante del Partido Obrero en octubre de 2010.

La precarización del trabajador ferroviario no es el único negocio del que participa Pedraza: desde 1998 la Unión Ferroviaria gerencia el Ferrocarril Belgrano Cargas. La concesión se extiende por 30 años, con opción a 10 más. Tampoco es el único servicio que prestó a las empresas privatizadas: los trabajadores ferroviarios fueron objeto de un plan de racionalización que dejó a 85.000 obreros en la calle.

La red ferroviaria fue otra de las víctimas de la turbia asociación entre dirigencias sindicales, el poder económico y los gobernantes en la última década infame. De los 35.746 km de vías operables que existían en el año 1988, quedaron solamente 8339. De las 2085 estaciones de tren existentes a principios de los ochenta, quedaron en funcionamiento solamente 1292*. Esta destrucción tuvo además un efecto arrastre para muchas economías del interior que recibían y despachaban mercadería y mano de obra a través del transporte ferroviario. Muchas estaciones se transformaron en páramos desiertos con graves consecuencias para pueblos que dependían de las vías ferroviarias tanto como las células del cuerpo dependen de las venas para dotarse de oxígeno.

Hay una víctima más del sistema privatista de los 90 que fundió los ferrocarriles: es el medio ambiente. A medida que avanzaban las privatizaciones, el transporte de mercaderías se fue realizando cada vez más a través de camiones y fletes. Así, terminó predominando el llamado modo automotor por sobre el modo ferroviario de transporte, con sus mayores costos, y consecuencias nefastas en lo que a contaminación se refiere.

Un panorama desolador, como una de esas estaciones abandonadas convertidas en piezas de museo viviente. El ferrocarril todavía debe emprender un arduo viaje de recuperación cuya partida está apenas anunciada por la bocina estridente de una locomotora.

*Los datos son de el libro "El ferrocidio" de Juan Carlos Cena, editorial La Rosa Blindada.